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alternativas de inspiración psicoanalítica, como por ejemplo la ampliación del marco en el “psicodrama psicoanalítico” de Lebovici y Diatkine (Lebovici, Diatkine y Kestemberg, 1952) y de Gibeault (2005). Otro resultado valioso aunque paradójico de la teoría y práctica de Lacan, fue la investigación crítica de Aulagnier (1969) y otros sobre el potencial de abuso en el “encuadre” en la enseñanza y formación en institutos psicoanalíticos. Por último, entre los analistas francófonos de América del Norte, también existe la concepción de que el encuadre intensifica la “disposición” del habla (Imbeault, 1997), de tal manera que hace posible observar la lógica inconsciente dentro del encuadre. VI. B. Contribuciones y avances latinoamericanos específicos En el psicoanálisis de América Latina, Etchegoyen (1986) y José Bleger (1967) son los autores más citados internacionalmente en temas relacionados con el encuadre. Debido a la diversidad cultural y la pluralidad de escuelas que han influido las diferentes instituciones psicoanalíticas latinoamericanas, no existe una sola manera de abordar este tema en la región. Hay un debate en curso sobre la necesidad de adaptar la técnica psicoanalítica a la sociedad contemporánea. Etchegoyen (1986) defiende un encuadre firme pero flexible, que comprenda un conjunto de variables establecidas con el fin de proporcionar un marco estable que permita el despliegue del proceso analítico. Etchegoyen afirma que el encuadre representa la realidad presente en la situación analítica, y entiende que esta realidad es equiparable al entorno social que nos rodea. Él cree que el proceso inspira el encuadre pero no lo determina. Entre los contribuyentes brasileños a la noción de encuadre destaca Fabio Hermann (1991), quien también lo entiende como un marco . Los analistas lo establecen en su práctica clínica para evitar perder su método a lo largo del proceso analítico. Este marco actúa como una valla que mira hacia fuera. No protege el análisis de la invasión del mundo exterior; esta es una tarea imposible, puesto que el mundo exterior ya está presente en la consulta –en el analista y el paciente. Sin embargo, protege a la pareja analítica de caer en un pensamiento rutinario. El punto crucial de la teoría de Hermann es la noción de ruptura del campo, que puede ser entendida como el momento en que el analizado es capaz de percibir una auto- representación que había impedido emerger. La ruptura del campo de comunicación, según este autor, constituye el sello distintivo de la operación analítica. Es dentro de la valla del encuadre que los pacientes cobrarán consciencia de una percepción diferente de sí mismos. Eizirik, Correa, Nogueira et al. (2000), propusieron la idea de que las características específicas del contexto social actual tienen repercusiones en el encuadre analítico, por lo que estas repercusiones deben ser respetadas. Afirman que la formación analítica juega un papel clave en la constitución de la identidad analítica,
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