Diccionario enciclopédico de psicoanálisis de la API

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El paciente y el analista tienen sus roles, actitudes y tareas correspondientes pero asimétricas, tanto en el encuadre externo como en el interno. Es importante señalar que los dos aspectos del encuadre se influirán mutuamente. El paciente tendrá que aceptar las condiciones del encuadre y estar dispuesto a colaborar lo mejor que pueda para cumplirlas. El analista también tendrá que aceptar y cumplir con estas condiciones. Cualquier incumplimiento por parte del paciente se someterá a análisis y, por lo tanto, se convertirá en parte del proceso analítico. Sin embargo, el paciente, influenciado por sus fantasías inconscientes, también aportará su propio punto de vista al encuadre y éste tendrá que ser interpretado por el analista. El analista, por lo tanto, también debe tener en cuenta las observaciones del paciente sobre sus errores (Rosenfeld, 1987; Limentani, 1966). Ferenczi defendió una mayor flexibilidad técnica porque, según él, conservar un encuadre tradicional en el tratamiento de pacientes con enfermedades graves podría poner en peligro la evolución y supervivencia de la terapia. Ferenczi (1928, 1955) introdujo la idea del “tacto”, que permite a los analistas cambiar de técnica según el paciente para facilitar el progreso del análisis. Sin embargo, esto no significaba que los analistas pudieran hacer lo que quisieran en el consultorio. Ferenczi distinguía la noción de tacto analítico del de bondad. Habló de la segunda regla fundamental del psicoanálisis , según la cual, si uno quiere analizar a los demás, primero debe someterse a sí mismo al análisis. De esta manera, Ferenczi pensó que podrían desaparecer las diferencias técnicas entre los analistas. José Bleger (1967), probablemente el primer analista que realizó un estudio sistemático sobre el encuadre, describió la situación analítica siguiendo a Gitelson (1952), como la totalidad de los fenómenos que tienen lugar en la relación analista- paciente. Esta situación se desglosa de la siguiente manera: por un lado está el proceso , o los fenómenos que pueden ser estudiados, analizados e interpretados, y por otro el marco , que es un no-proceso, en el sentido de que está compuesto de constantes dentro de cuyos límites puede evolucionar el proceso. Según Bleger, cuando el paciente se encuentra con el encuadre propuesto por el analista – el marco estándar – no es fácil detectar las fantasías inconscientes que permanecen mudas, ya que éstas no se manifiestan hasta que se produce una alteración en el encuadre. Para Bleger, la fantasía inconsciente que más comparten los pacientes es considerar el encuadre como el lugar donde su cuerpo se fusiona con el cuerpo materno primitivo. Por lo tanto, existe el encuadre del analista , que funciona como contenedor del encuadre del paciente “mudo”, el cual comprende la “parte psicótica de la personalidad”. Con esto último Bleger se refiere al ego primitivo, el cual es indiferenciado debido a la relación simbiótica con el cuerpo de la madre. Meltzer (1967), al hablar de lo que él llama la “historia natural del proceso analítico” (1967, p. 10), establece una diferencia entre dos cuestiones técnicas. Una comprende lo que él llama “la reunión de la transferencia”, y la otra la “creación del encuadre”. Distingue estos dos puntos subrayando que la interpretación no es la principal tarea del analista para establecer y mantener del proceso analítico, aunque sea

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