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Otros componentes del “contrato”, tales como los honorarios y los períodos de vacaciones, también deben incluirse en el encuadre externo. En lo que respecta a los honorarios, y especialmente en la actualidad, el paciente puede necesitar apoyo financiero de algunas organizaciones, cosa que implica la presencia de un tercero, un elemento que deber tenerse en cuenta en el contrato inicial. Este tercero varía según los países: puede ser la Seguridad Social, un seguro privado de salud o la clínica psicoanalítica de un instituto, en el caso de los candidatos.
III. ENCUADRE INTERNO
En cuanto al encuadre interno del analista, las ideas principales se encuentran en los trabajos de Freud. El encuadre interno consiste en un estado de ánimo que “no intenta retener especialmente nada” y lo “acoge todo con una igual atención flotante” […] “el principio de acogerlo todo con igual atención equilibrada es la contrapartida necesaria de la regla que imponemos al analizado, exigiéndole que nos comunique, sin crítica ni selección algunas, todo lo que se le vaya ocurriendo”. Además el analista “debe evitar toda influencia consciente sobre su facultad retentiva y abandonarse por completo a su memoria inconsciente […] Debe escuchar al sujeto sin preocuparse de si retiene o no sus palabras” (Freud, 1912. SE: 12. pp. 111-112). Estas ideas siguen siendo válidas, pero se ha profundizado mucho más, especialmente con las ideas de Bion sobre el reverie (del francés, ensueño). Bion define el ensueño como “aquel estado anímico que está abierto a la recepción de cualquier ‘objeto’ del objeto amado y es por lo tanto capaz de recibir las identificaciones proyectivas del lactante [paciente], ya sea sentidas por el lactante [el paciente] como buenas o malas” (Bion, 1962, p. 36). Otros componentes importantes del encuadre interno son la neutralidad y la abstinencia. Laplanche y Pontalis definen la neutralidad como una actitud del analista, cuando intenta ser “neutral en cuanto a los valores religiosos, morales y sociales […] neutral con respecto a las manifestaciones transferenciales” y neutral porque “no debe conceder a priori una importancia preferente, en virtud de prejuicios teóricos, a un determinado fragmento o a un determinado tipo de significaciones” (Laplanche y Pontalis, 1973, p. 271). Anna Freud definió la neutralidad en términos de la necesidad del analista de permanecer equidistante del yo, el superyó y el ello del paciente (1936). Laplanche y Pontalis definen la abstinencia de la siguiente manera: el analista “no debe satisfacer las demandas del paciente ni cumplir con los roles que el paciente tiende a imponerle” (1973, p. 2). Freud habló de los peligros del celo terapéutico en sus trabajos sobre Técnica (1912-1914) y señaló que el analista actúa como un cirujano. Esta comparación ha levantado muchas críticas entre los que la entienden de forma literal (como la idea del analista silencioso). Rycroft (1985) subrayó que el analista no sólo necesita dar
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