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relacional cuando escribe sobre la interacción entre el ritual y la espontaneidad, y le preocupa la necesidad de crear reglas y suspensiones de las mismas. El trabajo de José Bleger ha sido descubierto hace relativamente poco en el psicoanálisis norteamericano, pero Racker (1968) fue traducido hace tiempo y ha sido muy influyente en el trabajo sobre intersubjetividad e interpersonalidad desarrollado por el Instituto William Alanson White bajo la supervisión de Sullivan, Thompson, y más contemporáneamente en Levenson, Mitchell, Daniel Stern y otros. Algunos teóricos relacionales contemporáneos como Bass (2007) entienden el trabajo psicoanalítico como un espacio enmarcado, dentro del cual hay dos personas en un campo bi-personal. Pero Bass, a diferencia de Langs, hace hincapié en la singularidad de cada paciente: “no existe una fórmula única para todos” (ibid, p. 12). El aquí y ahora infunde un pasado relacional –una forma de pensar que mantiene fuertes afinidades con Barangers y Bleger. El encuadre, en el sentido de Bleger, se acerca más a los modelos de proceso analítico entre dos personas, incluyendo la idea de que las preocupaciones sociales, institucionales y meta-teóricas se desarrollan y operan dentro del encuadre. De forma similar a Bleger, Peter Goldberg (2009) ha desarrollado una perspectiva que entiende el marco/encuadre en términos bionianos como la estructura donde se proyectan y sostienen las ansiedades psicóticas. En opinión de Goldberg, el marco se convierte en el sitio donde el analista y el paciente evacuan aquellos aspectos dañados o psicóticos del yo. En ciertos casos, para entender todos los aspectos divididos de las dinámicas de transferencia/contratransferencia, uno mira al marco, a los elementos supuestamente simples que existen dentro del marco, o encuadre, que han sido distorsionados y se han vuelto tóxicos por vías de evacuación y proyección. Estos fragmentos peligrosos del yo u otro pueden ocultarse en el marco y permanecer indetectables y extra-analíticos hasta que el analista los identifica y manda de vuelta a las personas que configuran la situación analítica. Grotstein, uno de los primeros defensores de Bion en los Estados Unidos, desarrolló un concepto de encuadre a través del cual los dos participantes eventualmente acuerdan proteger la “soledad” analítica. Aquí el concepto de encuadre, a diferencia del marco, se convierte en un acuerdo “sagrado”: al establecer las reglas del marco y en la aceptación de las mismas por parte del paciente, analista y paciente establecen un pacto que obliga a cada participante a proteger el tercero –que es el propio procedimiento analítico (Grotstein, 2011, p. 59). Recientemente, Tabakin (2016) ha hecho una distinción entre los términos de “marco” y “encuadre”. Este autor sugiere que la conceptualización del “marco” connota una estructura, mientras que el “encuadre” comprende una relación. La idea del “marco como estructura” sirve para calibrar e interpretar la actuación contra la estructura misma. El encuadre, a diferencia del marco, abarca la atmósfera que crea el efecto transformador del tratamiento. El encuadre narra el espacio compartido entre el analista y el analizado, y se convierte en un proceso dinámico de desarrollo entre los dos participantes.
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