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cuanto le venga a la mente” (1912b, p. 107 [104-105]). Según Strachey: “Esta parece ser la primera vez que se utiliza la descripción que, en adelante, se convertiría en la fórmula habitual de la regla técnica esencial.” (1912b, p. 107, n. 2). En otro trabajo sobre técnica, “Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico”, Freud vincula la asociación libre del paciente con su contraparte complementaria en el analista. Allí vuelve a referirse a “la regla fundamental del psicoanálisis” en los siguientes términos. “se exige al analizado a saber: que refiera todo cuento se le ocurra, sin crítica ni selección previas.” (1912a, p. 112 [112]). O en unas páginas más adelante: “[el paciente] debe comunicar todo cuanto atrape en su observación de sí atajando las objeciones lógicas y afectivas que querrían moverlo a seleccionar…” (1912a, p. 115 [115]). Con respeto a la regla complementaria para el analista, Freud afirma que [el analista debe] proporcionar “atención pareja a todo”, señalando: “[el analista] desautoriza todo recurso auxiliar, aun el tomar apuntes…” Y “en no querer fijarse en nada en particular y en prestar a todo cuanto uno escucha la misma ‘ atención parejamente flotante ’, como ya una vez la he bautizado.” “La regla, para el médico, se puede formular así: ‘Uno debe alejar cualquier injerencia consciente sobre su capacidad de fijarse, y abandonarse por entero a sus «memorias inconscientes»’; o, expresado esto en términos puramente técnicos: ‘Uno debe escuchar y no hacer caso de si se fija en algo’.” (1912a, p. 112 [112]). Unas páginas más adelante, Freud resume la experiencia interna del analista como una guía para la comprensión del inconsciente del paciente en su “metáfora del teléfono”, anunciando, una vez más, la posición del analista como complementaria a la asociación libre del paciente: “Así como [el paciente] debe comunicar todo cuanto atrape en su observación de sí atajando las objeciones lógicas y afectivas que querrían moverlo a seleccionar, de igual modo el médico debe ponerse en estado de valorizar para los fines de la interpretación, del discernimiento de lo inconsciente escondido, todo cuanto se le comunique, sin sustituir por una censura propia la selección que el enfermo resignó; dicho en una fórmula: debe volver hacia el inconsciente emisor del enfermo su propio inconsciente como órgano receptor, acomodarse al analizado como el auricular del teléfono se acomoda al micrófono. De la misma manera en que el receptor vuelve a mudar en ondas sonoras las (1912a, pp. 111-112 [111]; énfasis añadido). Para especificar más aún sus ideas, Freud añade:
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