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En el primer nivel se construye una estructura psíquica dual bajo el dominio de estados afectivos extremos. Por un lado, se trata de una estructura psíquica constituida por auto-representaciones idealizadas que se relacionan con un otro idealizado (infante o madre) bajo el dominio de fuertes estados afectivos filiales; por otro lado, se desarrolla un conjunto diádico y opuesto de relaciones bajo el dominio de afectos negativos, aversivos y dolorosos, constituidos por una representación frustrante o agresiva del otro en relación con una autorrepresentación frustrada, enfurecida o dolorosa (Kernberg, 2004). Este concepto de internalización de las relaciones objetales totalmente buenas, por un lado, y las totalmente malas, por otro, conduce a una estructura intrapsíquica caracterizada por mecanismos primitivos de disociación o “escisión”. Estos desarrollos tempranos bajo condiciones afectivas extremas contrastan con el desarrollo temprano en condiciones afectivas relativamente mínimas, controlados por las funciones cognitivas disponibles, es decir, los impulsos instintivos (sistemas de “búsqueda”) para aprender de la realidad y conseguir una comprensión temprana de la realidad animada e inanimada. En estas circunstancias, todavía no existe un sentido integrado del sí mismo, ni la capacidad de tener una visión integrada de los otros significativos. En el segundo nivel, que surge en los tres primeros años de vida, el desarrollo progresivo de la comprensión cognitiva realista del mundo circundante y, especialmente, el predominio de las buenas experiencias por encima de las malas, facilita la integración gradual de condiciones emocionalmente opuestas, es decir, la tolerancia de una conciencia simultánea que contiene experiencias buenas y malas. Este desarrollo de la tolerancia a la ambivalencia de las relaciones emocionales positivas y negativas combinadas en los mismos objetos externos, conduce a un sentido integrado de sí mismo y de otros significativos, o, dicho de otra manera, a una identidad normal del yo. La identidad del yo corresponde a un sentido integrado del sí mismo y la capacidad de tener una visión integrada de otros significativos. Este segundo nivel del desarrollo corresponde a la “posición depresiva” dentro de las formulaciones teóricas de Klein. Ella describe el desarrollo de un funcionamiento o patología psicológica normal en un plano neurótico de la organización. Por el contrario, el desarrollo de una patología del carácter en un nivel límite de organización de la personalidad, lo que correspondería a la “posición esquizoparanoide” de Klein, representa la consecuencia de un fallo en la integración de la identidad normal. La organización de la personalidad límite, un trastorno severo de la personalidad, se caracteriza, de hecho, por la falta de integración de la identidad o por un síndrome de identidad difusa, es decir, por la permanencia de operaciones defensivas primitivas centradas en la escisión y ciertas limitaciones en la prueba de realidad en función de déficit de los aspectos sutiles del funcionamiento interpersonal. La teoría psicoanalítica de relaciones objetales propone que el cambio de la organización de la personalidad límite a la organización de una personalidad neurótica y normal también se corresponde con el cambio del predominio de operaciones defensivas y primitivas por operaciones defensivas y avanzadas centradas en la
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