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odiar un objeto que frustra no implica ningún desarrollo. A partir de esta realización, la teoría de Klein reconoce que en la psique poco desarrollada, mientras que el amor existe desde el principio, el odio, cuando surge, domina al amor. Por el contrario, cuando la mente se desarrolla más allá de este estado instintivo, el amor puede dominar al odio. Klein denomina a estas configuraciones mentales-emocionales las posiciones esquizoparanoide y depresiva, respectivamente, y las coloca en una relación de desarrollo: primero se produce la esquizoparanoide, y más tarde evoluciona la depresiva. El elemento definitorio para discriminar estas dos posiciones radica en cómo se conceptualizan e interactúan con los propios objetos. En la posición paranoide, uno se preocupa principalmente por su propia supervivencia y los objetos pueden ayudar o amenazar la propia supervivencia. Por esta razón, Klein se refiere a la posición paranoide como la posición narcisista. En la posición depresiva, la preocupación por la supervivencia del objeto se convierte en algo más importante, o de la misma importancia, para la supervivencia del yo porque se entiende que uno no puede sobrevivir sin una relación con otra persona. El término utilizado para cada posición refleja la naturaleza de las defensas implicadas. La identificación proyectiva también es un mecanismo organizador, ya que sitúa a los objetos diferenciadores en lugares distintos con el fin de evitar el conflicto entre ellos. Lo más importante de las defensas esquizoparanoides es que se las invoca con un sentido de omnipotencia, como la negación omnipotente de las realidades, especialmente las realidades de las relaciones emocionales de objeto. La posición depresiva tiene su propio sentido del conflicto. En este caso, el conflicto entre el amor y el odio empieza a resolverse del lado del amor por el objeto. La fantasía funciona de forma omnipotente con respecto a la realidad, hasta que se establece una relación entre las dos, como ocurre en la creatividad en que las fantasías que no se comunican con la realidad de las experiencias de los otros, que a menudo producen formas de arte fallidas. En la posición depresiva debe abandonarse la omnipotencia para que pueda darse un reconocimiento de la realidad, es decir, de la separación y singularidad del objeto. Esto requiere tolerar la culpa, ya que la culpa es la emoción más preeminente del conflicto. La culpa surge en la intersección entre el deseo y la realidad. La culpa es el reconocimiento de la irracionalidad y la antisociabilidad de los deseos primitivos de la persona; representa el momento del reconocimiento de la importancia del objeto separado de los deseos. La culpa media el conflicto entre el narcisismo y la realidad, tanto interna como externa. Cuando el amor y la culpa hacia el propio objeto son intolerables, Klein teoriza una tercera posición mental: la posición maníaca, que entra en conflicto con la posición depresiva, en tanto que desprecia al objeto, intenta controlar el objeto y triunfa sobre el objeto necesario negando su importancia. En su conflicto con el estado depresivo de la mente que valora el amor por encima del odio, la posición maníaca regresa al uso de las defensas esquizoparanoides para combatir la culpa y el dolor de amar.
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