Diccionario enciclopédico de psicoanálisis de la API

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VI. B. Colaboradores italianos Si bien el psicoanálisis británico ha desarrollado las teorías del sí mismo dentro de la tradición de las relaciones objetales, en el psicoanálisis italiano, el concepto del sí mismo lo desarrollaron autores que teorizaron su génesis desde la mente primitiva en la relación con la madre (Eugenio Gaddini); la “matriz grupal” (Giovanni Hautmann); la dimensión transgeneracional (Diego Napolitani) o como un dispositivo para analizar la dinámica de la relación analista-paciente (Stefano Bolognini). Eugenio Gaddini (en: Mascadini, Gaddini, De Benedetti, 1989), gracias a su profundo conocimiento y colaboración con Winnicott, fue uno de los psicoanalistas que importó y desarrolló teorías del sí mismo en el psicoanálisis italiano. Al referirse al sí mismo, emplea el término “organizador”, con respecto al término “estructura”, para indicar su función catalizadora en el desarrollo de la organización psíquica. En las fases iniciales de la estructura del sí mismo, prevalece su anclaje en los estímulos sensoriales y sensaciones corporales que carecen de sentido del tiempo o de un espacio definido. Estas primeras sensaciones proporcionan al bebé una primera forma de “autoexperiencia”, que se experimenta como proveniente del sí mismo, desprovista de límites e indiferenciada del no sí mismo. La psique, entonces, emerge de las sensaciones y las organiza gradualmente mediante un mecanismo muy primitivo que Gaddini define como “imitación primitiva”, o “imitar para ser”. Esta imitación primitiva continúa utilizándose en la vida adulta, normalmente en sueños y en la patología del sentido de sí mismo, y en la adolescencia frente a la angustia causada por la relación con el objeto (Mascadini, Gaddini, De Benedetti, 1989, p. 563). A partir del tercer mes, gracias a la percepción, la psique del niño empieza a encontrarse con algo que Gaddini define como un “sentido oscuro del no sí mismo” que lo llevará a reconocer por primera vez el objeto como algo separado de sí mismo. El autor destaca especialmente la vulnerabilidad psíquica del niño en esa fase, más extrema que la biológica, puesto qye genera una forma de angustia primitiva: la ansiedad por la pérdida del sí mismo (p. 566). Más tarde, Gaddini definirá: 1. La angustia de la no integración, cuando el sí mismo separado no logra mantener la cohesión y se fragmenta; 2. La angustia de la integración, cuando el sí mismo, a través de la maduración biológica y la adaptación del entorno a sus necesidades emocionales, adquiere una sensación de estabilidad, pero constantemente teme perderla. Es interesante señalar que Winnicott habla sobre la angustia de la integración relacionada con un tipo de ansiedad paranoica. La separación del sí mismo del objeto del no sí mismo coincide con el nacimiento psicológico (Mahler et al., 1975) y se da mediante una oscilación entre la angustia de la no integración y la angustia de la integración. Los impulsos libidinales no buscan principalmente el objeto, sino que se vuelven hacia adentro para mantener unidos los fragmentos del sí mismo. Esta etapa se puede definir como la consolidación del sí mismo constituido y unitario. Esta etapa puede durar un tiempo considerable y es un tiempo precioso porque el sí mismo es capaz de tener experiencias autónomas y las ansiedades de pérdida del sí mismo desaparecen gradualmente. Esta última etapa consiste en la formación del objeto y coincide con la

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