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A diferencia de la patología basada en el conflicto que se desarrolla entre sistemas (inter-sistémico), la patología basada en el déficit se refiere a las fallas en la estructura del sí mismo (intra-sistémico). Las preocupaciones sobre las fallas del desarrollo y la psicopatología del déficit son ampliamente compartidas entre las escuelas psicoanalíticas contemporáneas post-freudianas y post-kleinianas. Incluso sin abandonar del todo el conflicto, estas preocupaciones han desafiado su monopolio en la teoría tradicional. El conflicto ya no se considera tan importante como lo era en el pasado. Lo que más influyó en la disminución de su importancia fue poner más atención sobre el papel desempeñado por el objeto real en la construcción de la estructura psíquica dañada por una relación traumática que acaba provocando déficits funcionales. Una gran cantidad de datos de estudios sobre el trauma infantil respaldan este enfoque. La mayoría de las escuelas psicoanalíticas contemporáneas no abandonan por completo el concepto del conflicto, pero lo marginalizan a favor del concepto del déficit, cosa que amplía el alcance de la comprensión psicopatológica y, en consecuencia, de la técnica clínica. Al ampliar el campo de la comprensión psicopatológica, es decir, al concebir el sufrimiento psíquico no sólo como una consecuencia del conflicto, sino también como algo que se organiza en torno a una auto-estructura dañada, se amplía el enfoque psicoanalítico clásico: mientras que éste se basaba en el reconocimiento del conflicto, con su debida interpretación y elaboración, las estrategias analíticas inspiradas en los problemas del déficit no pretenden buscar y revelar significados reprimidos, ni vencer la resistencia, sino ayudar al yo a establecer significados y sentir que algo tiene la cualidad de ser (Killingmo, 1989). En las distintas perspectivas interpersonales, intersubjetivas y relacionales de las últimas tres décadas, se ha prestado mucha atención a la presencia y función de los conflictos que pueden ser intersubjetivos e interrelacionales , derivados interna y externamente y, en muchos casos, transgeneracionales. Para las teorías relacionales, la potencia del conflicto se basa en el encuentro del individuo con la cultura y ocurre a muchos niveles. Es probable que vayan surgiendo conflictos a medida que los individuos se involucran, se vuelven sujetos o resisten a su entorno cultural; especialmente cuando el individuo habita o está habitado por alguna de las muchas formas de identidades y personalidades no normativas (raza, clase, sexualidad, discapacidad, cultura y género). Las formas de identificación conflictivas se encuentran en la vanguardia de muchas preocupaciones clínicas experimentadas con pacientes, y se expresan en forma de angustia y dificultad del paciente en la matriz de transferencia-contratransferencia. En su libro “Conceptos relacionales en psicoanálisis: una integración”, Mitchell (1988) trabajó los conflictos entre diferentes configuraciones relacionales derivadas de experiencias conflictivas con otras personas significativas. Se manifestó en contra de la simplificación del conflicto y, varios años después, en un
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