Diccionario enciclopédico de psicoanálisis de la API

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“Comentario” declaró: “…retratar mi visión del conflicto como un conflicto entre la persona y otras personas de su entorno es una tergiversación desconcertante. De hecho, una de mis principales preocupaciones en el libro de 1988 fue distinguir entre las teorías relacionales centradas en los obstáculos del desarrollo y las teorías relacionales del conflicto…” (Mitchell, 1995, p. 577). En el trabajo de Dimen (2003), Layton (1998), Harris (2005), Corbett (2001a, 2001b), Goldner (2003) y otros, el conflicto siempre se ubica dentro y entre los sistemas políticos y personales o sociales y psíquicos. Desde este punto de vista, influenciado por la postmodernidad, el feminismo y la teoría queer existe un conflicto inherente entre los regímenes de vigilancia y los que defienden la individualidad y la salud, y entre la normatividad y la libertad. Estas contradicciones, que en teoría política a veces se plantean como conflictos estructuradores de clase, etnia, cultura o género, a menudo se experimentan por el analista en los conflictos de contratransferencia. En cuanto al enfoque de Harris (2005), los psicoanalistas postmodernos se esfuerzan por llegar a una visión particular de la paradoja o conflicto en la que puedan coexistir una serie de estados independientes y diferenciados, pero interrelacionados, del yo mismo – los del curandero, policía psicoanalítico, sujeto y objeto de la teoría y uno que es el producto de, y está sujeto a, culturas, subgrupos y familias particulares. Desde varias perspectivas teóricas, el conflicto (intersubjetivo, intrapsíquico y enacted o representado) está relacionado con el mismo proceso de cambio. El conflicto es un aspecto inherente del desarrollo y sus movimientos (macro y micro) están cargados de poderosas experiencias de desequilibrio. El cambio en sí es un estado conflictivo potencialmente complejo, multidireccional e inestable. Los conflictos que surgen durante las transformaciones psíquicas o relacionales son producidos por muchos estados afectivos diferentes y vértices relacionales. Una idea central de esta teoría es que la persona en conflicto se siente atrapada por dos “mandados” imposibles (Apprey, 2015). El crecimiento traerá consigo la separación, pero la separación de los objetos muertos o moribundos puede experimentarse como algo intolerable. El cambio puede considerarse como el momento en que un conflicto sobre las tareas psíquicas y la libertad mental crea un foco de lucha peligroso o incluso un impase. Esto, tanto si queremos llamarlo abismo como borde del caos o experiencia dramática de separación cargada de miedo, para algunos, o tal vez para todos los pacientes, es un punto de máximo conflicto y peligro. De hecho, se puede observar en los periodos de mejoría y recaída, durante el análisis, y en los percances y pánicos cuando empieza a realizarse el cambio psíquico. El concepto de teoría de campo de un proceso espiral de Willy y Madeleine Baranger (2006, 2009a, b) y las nociones de catástrofe y transformación de Bion son importantes para el desarrollo de los enfoques relacionales. Estas ideas están relacionados con un poderoso conjunto de conceptos desarrollados por J. Henri Rey. En su artículo, “Lo que los pacientes traen al análisis” (Rey, 1988), Rey argumenta que los pacientes pueden llegar al tratamiento con la intención oculta – con un mandado, como diría Apprey (2015) – de reparar los objetos

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