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interrelación analítica. Su hipótesis central fue que en el encuentro analítico surgen nuevas estructuras (Gestalts), fantasías inconscientes compartidas, producto del interjuego de identificaciones recíprocas entre paciente y analista. La transformación de estas fantasías genera la dinámica del campo analítico. Este punto de vista desencadenó un cambio bastante radical en el enfoque unipersonal (de una persona) de la época: “La fantasía básica de una sesión no es el mero entendimiento de la fantasía del paciente por el analista, sino algo que se construye en una relación de pareja… Esta fantasía se irá conformando por el interjuego de los procesos de identificación proyectiva e introyectiva y de las contraidentificaciones que actúan con sus límites, funciones y características distintas dentro del paciente y el analista” (Baranger, M. y Baranger, W., 1961-62, p. 19). El concepto de fantasía básica en sí remitía a distintas fuentes. En primer lugar, a la noción de fantasía inconsciente en la versión estructural de Susan Isaac, quien consideró que la fantasía es una expresión de los diferentes aspectos de la vida psíquica (impulsos, sentimientos y defensas). También a las nociones de identificación proyectiva de Klein y a las conceptualizaciones de Bion sobre los supuestos básicos del funcionamiento grupal (Baranger, M., 1992), que se aplicaron a la experiencia de la psicoterapia psicoanalítica de grupo que comenzó a ejercerse en esos años tanto en Argentina como en Uruguay. La sesión es el escenario en el que actúan las relaciones objetales primitivas , mientras que la noción de fantasía proporciona al campo analítico una dimensión del “como si”: su “ambigüedad esencial”, tanto en los aspectos funcionales, como en los espaciales y temporales. La dimensión manifiesta de la relación analítica se concibe en una relación dialéctica con los aspectos inconscientes fantaseados. El foco de la interpretación del analista, por tanto, se dirige a los aspectos transferenciales y contratransferenciales vinculados a la relación actual con el analista. Esta perspectiva se desarrolló desde un enfoque que discutía críticamente las posturas de Freud y Klein, a su vez que tomaba en cuenta aspectos esenciales de sus aportes. Los Baranger discreparon con la tendencia “arqueológica” de Freud, puesto que podía llevar a sobredimensionar el punto de vista histórico-“geológico” de la evolución y fijación de la libido (Baranger, M. y Baranger, W., 1961-62/2008, pp. 811-812). Si bien coincidieron con Klein en su visión de que en la relación transferencial se actualizan las experiencias arcaicas que es necesario interpretar en la relación presente con el analista, enfatizaron la importancia del aporte de la contratransferencia del analista, destacando su participación activa. Destacaron el “contacto profundo con una persona, y la estructura profundamente distinta que se crea entre ella y nosotros” (Baranger, M. y Baranger, W., 1961-62, p. 19; 1961-1962/2008, p. 806). Esta estructura es radicalmente distinta de la aportación individual de cada uno de los participantes. Se basan en Susan Isaacs (1948), que considera que los niveles más primitivos de este contacto (“fantasías primarias”) se expresan mediante tipos de comunicación no verbales: experiencias emocionales, diversas formas de reaccionar y actuar, y por el lenguaje corporal establecido entre paciente y analista. Aquí, la “lógica de la emoción”
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