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en ‘continente (♀)’ y al analizado en ‘contenido (♂)’, y después hacen que se inviertan los roles…” (Bion, 1970, p. 108). En todo momento, Bion insiste que “contener” implica una actividad y un proceso que hacen posible la formación del pensamiento y su transformación en palabras ; esto se opone al uso trivializado y restringido de contener y recibir como mera receptividad pasiva. El desarrollo de estas complejidades y las múltiples facetas y procesos de la transformación se encuentran en el centro de su publicación de 1965, “Transformaciones: del aprendizaje al crecimiento” (1965). En esta publicación, Bion introduce el concepto metateórico “O” para representar el principio, pero también potencialmente el punto final, de los procesos de transformación multidireccionales. El concepto abarca el impensable “temor sin nombre”, los “elementos beta”, las “cosas en sí mismas”; pero también, la “realidad última”, la “reverencia” y el “asombro” (Bion, 1965; Grotstein, 2011a, p. 506). Dado que el continente-contenido es parte del sistema científico-deductivo de Bion, es importante ubicar la teoría del pensamiento y el pensar (Bion, 1962a, 1962b, 1963, 1965, 1970) en este contexto. De acuerdo con esta teoría, los “pensamientos” y el “aparato de pensamiento” tienen orígenes distintos: los “pensamientos” existen independientemente del aparato de pensamiento (los “pensamientos” no son generados por el aparato de pensamiento). En ambos casos, la relación continente-contenido es fundamental. En este sentido, la relación continente-contenido podría verse como el embrión de la vida mental . Según esta teoría, la génesis de un “pensamiento” es un proceso en el que la relación continente-contenido es el primer paso. La condición para que el contenido psíquico (emoción, percepción sensorial) adquiera cualidad mental (representación, pensamiento) es la existencia de un continente capaz de contenerlo. El objeto prototípico de esta función (el “continente”, con el símbolo ♀) es el pecho de la madre, un preconcepto innato a la espera de ser realizado. Los estímulos sensoriales y emocionales (“contenidos”), conjugados en este “continente” adecuado, se convierten en “contenidos” (con el símbolo ♂), creando así la relación “continente-contenido”, o el momento inicial del desarrollo de un pensamiento por parte del pensante. Esta relación continente-contenido (♀-♂) abre el espacio a la experiencia emocional, que más tarde se caracterizará por el vínculo que la cualifique: L (amor), H (odio) o K (conocimiento, pensamiento). Al obtener la atención de la conciencia, esta experiencia emocional puede transformarse en un elemento alfa: la mónada de la vida mental, a través de la operación que lleva a cabo la función alfa. La aparición de “pensamientos” fuerza la creación de un aparato que los organice. Dos mecanismos fundacionales se conjugan para desempeñar esta función: el continente-contenido (♀♂) y la relación dinámica entre las posiciones esquizoparanoide y depresiva (EP « D). Esto ocurre mediante una inversión de los símbolos (♂-♀ y no ♀-♂), es decir, una identificación proyectiva.
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